Hoy toca
entrar más en materia, así que vamos a hablar de ese coso llamado
economía de mercado. La economía de mercado es la única forma por
la que podemos entender la Economía hoy en día. Sin embargo, la
economía de mercado, como los Pokémon, puede ser de muchos tipos.
Pongámonos
en situación: finales de la década de los 80, ese viejo fantasma
del comunismo cae con la Unión Soviética y se asiste a uno de los
cambios más importantes del siglo XX. Este hecho fue de gran
importancia para el capitalismo, pues se confirmaba como modelo
económico dominante a nivel mundial dos siglos después de que un
fulano llamado Adam Smith sentara sus bases.
Fulano
Smith
Este
señor defendía que tanto las familias y las empresas interactúan
en los mercados guiados por una “mano invisible” que permite la
autorregulación del propio mercado. De este modo, esta interacción
entre la oferta (empresas) y la demanda (familias) es la única
manera de lograr el bienestar social. Contrariamente a esta teoría
en la que millones de personas toman decisiones que influyen en la
economía, se encuentra su opuesta, el intervencionismo, en la que el
Gobierno toma todas estas decisiones porque un político sabe lo que
quiere el consumidor más que el propio consumidor (?).
Hoy en
día se asocia economía de mercado a capitalismo pues, como ya hemos
dicho, es éste el modelo económico hegemónico en la actualidad.
Sin embargo, no siempre fue así. Es en el siglo XIX cuando surge la
división moderna entre las dos posturas: los defensores del libre
mercado y los defensores del intervencionismo del Estado en el
mercado. De ésta última surge otro modelo de la mano de un señor
con muy pocas ganas de trabajar llamada marxismo, pero esa la
dejaremos para otro momento.
Por un
lado, los defensores del intervencionismo del Estado consideran que
éste tenga un gran peso en la economía, ya que mediante el control
del Gobierno la economía es más eficiente, al velar por el bien común. Este intervencionismo no
sale gratis y se debe financiar vía robo, perdón, impuestos, quería
decir impuestos. Algunos de los más grandes economistas han
defendido este sistema como Stiglitz, Samuelson y probablemente uno
de los más influyentes economistas de la historia, John Mayard
Keynes. Este sistema de intervencionismo a veces puede derivar en
medidas proteccionistas que se basan en cerrar las fronteras de la
economía, imponer aranceles elevados y comerte los mocos.
Normalmente el niño que no quiere compartir se queda sólo en el
patio y así les va.
Por otro
lado, los defensores del libre mercado, que somos más guapos, más
altos y tenemos más pelo, defienden que el Estado es necesario, pero
el control de la economía no debe estar en manos de un grupillo de
funcionarios, sino que el mercado se autorregula por las decisiones
de los propios consumidores. En esta ecuación el papel del Estado,
por lo tanto, es velar por los derechos y libertades fundamentales de
todos los ciudadanos (libertad de propiedad, libertad de expresión,
libertad de asociación...) con la menor interferencia en el mercado
posible. Los ideales de este libre mercado se resumen con el “laissez
faire, laissez passer” (dejen hacer, dejen pasar), en el sentido de
que se debe dejar actuar al mercado por su cuenta. Adam Smith lo
explicaría con la frase: “En la competencia, la ambición
individual beneficia al bien común” (este tipo decía muchas cosas
interesantes). Lo que viene a decir tito Adam con esto es que en un
mercado libre las empresas compiten y sólo sobreviven aquellas que
aportan un mayor valor y satisfacen mejor las necesidades de las
personas. De este modo, las empresas mejoran para aumentar su
beneficio y las personas escogen aquellas que les satisfacen más,
obteniéndose así un beneficio mutuo. En este pensamiento se
encuentran todos los economistas de la Escuela austríaca, como
Ludwig von Mises, y la Escuela de Chicago como Milton Friedman y
otros tantos. Mención especial merece Friedrich Hayek, de la Escuela
austríaca, que escribió Camino
de servidumbre,
donde le da tantos palos al colectivismo como para construir un
fuerte. La moraleja que se extrae de esta gente es que el único
modelo verdaderamente eficiente y que es compatible con la libertad
humana es el libre mercado.
Esto
es todo por hoy, joven padawan. Somos El Club de la Economía y
siempre aquí estaremos. No es una amenaza, pero volveremos.
Estimado joven Economista, le voy a dejar unos fragmentos de la obra de uno de los autores que cita en su entrada, como un juego, para que averigüe quién lo escribió y reflexione sobre por qué lo escribió:
ResponderEliminar“Los patronos, al ser menos, pueden asociarse con más facilidad; y la ley, además, autoriza o al menos no prohíbe sus asociaciones, pero sí prohíbe las de los trabajadores. No tenemos leyes del Parlamento contra las uniones que pretenden rebajar el precio del trabajo; pero hay muchas contra las uniones que aspiran a subirlo, Además, en todos estos conflictos los patronos pueden resistir durante mucho más tiempo. Un terrateniente, un granjero, un industrial o un mercader, aunque no empleen a un solo obrero, podrían en general vivir un año o dos del capital que ya han adquirido. Pero sin empleo muchos trabajadores no podrían resistir ni una semana, unos pocos podrían hacerlo un mes y casi ninguno un año. A largo plazo el obrero es tan necesario para el patrono como el patrono para el obrero, pero esta necesidad no es tan así a corto plazo.
Se ha dicho que las asociaciones de patronos son inusuales y las de los obreros usuales. Pero el que imagine que por ello los patronos no se unen, no sabe nada de nada. Los patronos están siempre y en todo lugar en una especie de acuerdo, tácito pero constante y uniforme, para no elevar los salarios sobre la tasa que existe en cada momento. Violar este concierto es en todo lugar el acto más impopular, y expone al patrono que lo comete al reproche entre sus vecinos y sus pares. Es verdad que rara vez oímos hablar de este acuerdo, porque es el estado de cosas usual, y uno podría decir natural, del que nadie oye hablar jamás. Los patronos a veces entran en uniones particulares para hundir los salarios por debajo de esa tasa. Se urden siempre con el máximo silencio y secreto hasta el momento de su ejecución, y cuando los obreros, como a veces ocurre, se someten sin resistencia, pasan completamente desapercibidas. Sin embargo, tales asociaciones son frecuentemente enfrentadas por una combinación defensiva de los trabajadores; y a veces ellos también, sin ninguna provocación de esta suerte, se unen por su cuenta para elevar el precio del trabajo. Los argumentos que esgrimen son a veces el alto precio de los alimentos, y a veces el gran beneficio que sus patronos obtienen gracias a su esfuerzo. Pero sea que sus asociaciones resulten ofensivas o defensivas, siempre se habla mucho sobre ellas. Para precipitar la solución del conflicto siempre organizan grandes alborotos, y a veces recurren a la violencia y los atropellos más reprobables. Se trata de personas desesperadas, que actúan con la locura y frenesí propios de desesperados, que enfrentan la alternativa de morir de hambre o de aterrorizar a sus patronos para que acepten de inmediato sus condiciones. En estas ocasiones los patronos son tan estruendosos como ellos, y nunca cesan de dar voces pidiendo el socorro del magistrado civil y el cumplimiento riguroso de las leyes que con tanta severidad han sido promulgadas contra los sindicatos de sirvientes, obreros y jornaleros”
Sigue abajo:
Otro fragmento:
ResponderEliminar“El interés de los empresarios en cualquier rama concreta del comercio o la industria es siempre en algunos aspectos diferente del interés común, y a veces su opuesto. El interés de los empresarios siempre es ensanchar el mercado pero estrechar la competencia. La extensión del mercado suele coincidir con el interés general, pero el reducir la competencia siempre va en contra de dicho interés, y sólo puede servir para que los empresarios, al elevar sus beneficios por encima de los que naturalmente serían, impongan en provecho propio un impuesto absurdo sobre el resto de sus compatriotas. Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que provenga de esta categoría de personas debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo con la atención más escrupulosa sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas oportunidades”
Saludos
Buenos días, antes de nada gracias por leer nuestro Blog.
ResponderEliminarEn su cita de "La Riqueza de las Naciones" de Adam Smith, se pone en evidencia la crítica de Adam Smith hacia el empresario del siglo XVIII. Es completamente normal, ya que en el siglo XVIII ni siquiera existía regulación alguna ante la competencia, ni muchísimo menos contra monopolios, derechos de los trabajadores etc ya que en aquella época eran los propios mercaderes, organizados en Consulados, los cuáles se legislaban a sí mismos, por lo que tenían un Derecho completamente privilegiado y anti libre mercado.
Adam Smith critica, mediante La Riqueza de las Naciones todo este mercantilismo y proteccionismo de la época, ya que hay que recordar que sus circunstancias históricas no son para nada equiparables a las de hoy en día, en un mundo desglobalizado y sin Bancos Centrales. Adam Smith defiende el Derecho a la asociación y critica al empresario señorial de la época y explotador, y sentará las bases también para un futuro Código de Comercio y Derecho laboral, con los cuales surgirá la competencia y los derechos de los trabajadores.
Con esto no queremos decir que Adam Smith no se equivocase en ocasiones ni muchísimo menos, simplemente nos parece que este fragmento es completamente acertado, teniendo en cuenta las circunstancias de la época.
Un saludo