lunes, 18 de junio de 2018

Inmigración o Estado de Bienestar: esa es la cuestión


¡ALERTA ROJA! ¡ALERTA ROJA! Unos cuantos extranjeros, indefensos y en inferioridad, están tratando de adentrarse en nuestro Estado y apoderarse de nuestro Bienestar. No podemos permitirlo. Un muro no bastará para contenerlos. ¡Francotiradores, apunten y abran fuego!

Estas no son palabras nuestras, sino del economista José Carlos Díez, a la pregunta de cómo reaccionaría el Estado ante la implantación de una Renta Básica. En este artículo vamos a analizar por qué unas ONGs y barcos con nombres de bebidas azucaradas suponen todo un peligro y una necesidad comunitaria para el Estado socialista o socialdemócrata. Comencemos.

Antes de nada, habría que definir cual es la política social y económica propiamente socialista. Pues bien, acudiendo al Manual del Buen Socialista, tan consultado últimamente en nuestro Congreso de los Diputados, hemos podido observar cómo, en materia económica, la regla es ser lo más restrictivo posible, aplicando medidas proteccionistas para proteger la nación de la malvada globalización; Por el contrario, en materia social es más bien progresista, abandonando los valores tradicionales y conservadores, y pretendiendo avanzar conforme la sociedad innova y progresa, para no quedarse atrás.

Es entonces, cuando empezamos a fruncir el ceño y levantar todas las alarmas. Una hipocresía había sido detectada.



Y es que decidimos ser innovadores y diferenciarnos de los planificadores socialistas. Decidimos pensar. Y, pese a que la conclusión a la que llegamos no les gustará a muchos, y a riesgo de ser colgados en la plaza del pueblo por personas moralmente superiores y con mucha dignidad, sabéis que somos un poco traviesos y no podemos resistirnos.El caso es que nos dimos cuenta de que ser abierto socialmente y cerrado económicamente es como pretender ser el amo de la fiesta siendo C-3PO. Es decir, una contradicción en los términos del todo incompatible.

Y por qué, os preguntareis. Bueno, esencialmente porque existe una relación negativa entre el aumento del tamaño del Estado de Bienestar y la apertura migratoria. Es decir, cuanto más engorde el Estado mediante el aumento de los así llamados “derechos sociales”, más se cerrarán las fronteras hacia la inmigración.

Esto se debe a que, cuanto más habitantes tenga un determinado país con un Estado hipertrofiado, deseado ansiamente por el imaginario socialista, una de dos:

·        1) O el reparto de los recursos públicos, previamente rapiñados, pasa a ser redistribuido entre más personas, y por lo tanto, cada habitante recibe menos servicios públicos, pagando los mismos impuestos.
·        2) O aumentamos desproporcionadamente el saqueo tributario, para mantener los mismos derechos.

Un claro ejemplo de esto sería una tarta. De esta tarta le corresponde una porción a cada persona. Si de repente llegan más personas que tienen el derecho a consumir dicha tarta sin ofrecer nada a cambio, lo que se está generando es una obligación al resto a, o bien comprar otra tarta, o a reducir su porción, aunque ya la hayan pagado.

Ciertamente cabría una tercera opción, que sería prohibir a estas personas consumir dicha tarta. En otras palabras, prohibir a los extranjeros el acceso a los recursos públicos, o bien permitir el acceso a la tarta del Estado solamente a aquellos que entren en el país con ciertas garantías, ya sea formación, empleo… Pero esto no es lo que proponen los camaradas. Estos proponen el acogimiento indiscriminado y sin fronteras ninguna, como si de una canción de John Lennon se tratase, a la par que apoyan medidas que supondrían un expolio y quebrarían el país, como la Renta Básica o el trabajo garantizado, e incluso medidas que son directamente contradictorias, como el Salario Mínimo Interprofesional, que supone una barrera directa al trabajo de aquellos más desfavorecidos y menos cualificados, como ya explicamos aquí.

Pero la demagogia no acaba aquí, ni muchísimo menos, ya que el problema está en que no puedes defender un mundo sin fronteras para las personas a la vez que defiendes las fronteras económicas.
Dicho de otra forma, resulta altamente hipócrita pretender que las personas puedan moverse con total libertad, mientras criminalizas el comercio y la globalización, apoyando la creación de esas terribles y nefastas barreras llamadas “aranceles” y “aduanas”.

De hecho, es curioso porque el argumento se vuelve a contradecir. Supuestamente, la defensa de las barreras a la competencia y, en suma, al capitalismo, se fundamentan en la protección de los nacionales frente al perverso Libre Mercado. Más allá de que esto sea rotundamente falso, ya que la libre competencia, en última instancia, nos beneficia a todos, en tanto en cuanto quién mejor satisface las necesidades es quien vence, el argumento entra en estricto conflicto con la política migratoria, cuyo argumento se basa en proteger a los más desfavorecidos y no dejarse llevar por los xenófobos y racistas de ‘la derecha’, pese a que estos vayan a entrar en clara competencia con los nacionales del país. Y es que, el problema se basa en que el Estado socialista convierte la economía en un juego de suma cero, ya que, al haber unos recursos escasos gestionados por el Estado, cuantos más traten de introducirse en dicho juego, menos recursos dispondrán todos y por tanto supondrá mayor pobreza.

La izquierda obliga a que las políticas migratorias sean claramente discriminatorias, dejando en el Estado el poder de decidir -a veces, arbitrariamente- quién entra, e incluso, en aquellos Estados más asolados por el socialismo, quién sale. Por tanto, la solución es sencilla: olvidemos los eslóganes vendidos tradicionalmente por la izquierda y la derecha y quedémonos con lo mejor de cada mundo. Guardemos el progresismo y la apertura en políticas sociales y abracemos la libertad económica y el capitalismo. Globalización, en su máxima extensión.

No es que seamos guays. Somos liberales.

Esto es todo por hoy joven padawan. Somos el Club de la Economía y siempre aquí estaremos. No es una amenaza, pero volveremos.

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