Advertencia a navegantes, en el siguiente artículo se va a
tratar de uno de los temas más manipulados, engañosos y sensibles sobre la
actualidad de la Economía. Hoy, vamos a hablar sobre un tema recurrente y al
orden del día en cuanto a mercado laboral se refiere, procurando mantener
nuestra integridad física así como nuestras extremidades en su sitio tras el
acto (vamos, que no nos zurcen). Porque hoy, El Club de la Economía se propone
descubrir y desenmascarar a este gran enemigo del pueblo. Hoy hablaremos del
Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
Pero pongámonos en contexto. Pese a que el nombre no deja
gran lugar a dudas, a no ser que se posean menos luces que un barco espía, comencemos
explicando que es el SMI desde una perspectiva socialista: el Salario Mínimo se
trata del sueldo más pequeño que una persona puede percibir para que pueda
vivir y sobrevivir dignamente, no permitiéndose salarios inferiores a estos,
considerándose lo suficientemente bajos como para tratarse, por tanto, de un
claro y típico caso de explotación, que ejerce como no puede ser de otra
manera, el malvado empresario capitalista, en cuya propia naturaleza se
encuentra la intención de obtener una plusvalía del trabajo obrero, robándole y
adueñándose de toda la productividad que pueda. Por tanto, el SMI no se trata
de otra cosa que un límite ante el indudable propósito del empresario de
empobrecer al resto, enriqueciéndose a su costa, tendiendo a pagar salarios,
incluso cercanos a 0, si no existiera algo que les frenase. Bendito sea el SMI.
Por tanto, subiendo progresivamente y cada vez más este SMI, conseguiremos
evolucionar y desarrollar una sociedad y economía creciente, llena de arcoíris,
color y unicornios parlantes. Alabado sea el SMI.
Les acabamos de explicar la que seguramente sea la única perspectiva
de la que hayan escuchado hablar sobre el SMI, la socialista. Ahora, les contaremos
la verdad.
Algo que los socialistas suelen olvidar con frecuencia
cuando se habla sobre SMI, son justamente sus orígenes, ya que de justos no
tienen nada. Los primeros salarios mínimos no surgieron de la noche a la mañana
estrictamente sobre el papel y la Ley, sino que se trató de un largo proceso
que fue evolucionando e inculcándose en la mente humana y en nuestras
costumbres, desde el final de la Baja Edad Media hasta el siglo XIX, momento
cumbre de su implantación, esta vez sí, coactivamente por medio del Estado,
gracias sobre todo a las contribuciones socialistas y comunistas de Marx,
creando entre otros, conceptos como la “lucha de clase”, “plusvalía” o
“explotación laboral”. Es por tanto, a consecuencia del boom de estos
movimientos izquierdistas obreros y marxistas, por los que, finalmente, se
establece poco a poco un Sueldo Mínimo
en todos los países desarrollados que buscaban realmente progresar
civilizadamente como sociedad (más tarde veremos cómo esto es completamente
falso, y más que “países desarrollados”, se podría hablar de países
socialdemócratas).
Para empezar, el SMI se trata única y exclusivamente de un
salario rígido, fijado a millones de trabajadores, por parte de un puñado de
ministros, burócratas y políticos, o dicho de otra forma, fijado a ojo por el Gobierno.
Este, como decíamos anteriormente, ha ido evolucionando con el paso de las
décadas, y en principio, podríamos llegar a pensar que realmente, esto no resulta
un problema, ya que simplemente se trata de aumentar poco a poco los salarios
de las clases sociales más bajas y pobres. Pues bien, esta probablemente se
trate de una de las mayores mentiras del socialismo, que aún perviven en el
siglo XXI.
Antes de nada, partamos de la base de que a nosotros, sin
duda alguna, nos parece que 600 o 700 € son salarios bajísimos, pero una cosa
es que queramos unos sueldos lo más altos posibles, lo cual es obvio, y otra
muy distinta es creer que porque el Salario Mínimo suba, los sueldos vayan a
subir. Más bien todo lo contrario. La Ley de salario mínimo se trata una
prohibición jurídica a trabajar por dejado de una determinada cantidad, por lo
que únicamente ilegaliza a todas aquellas personas que no consiguen producir el
mínimo marcado por el Estado. Parece como si los socialistas siquiera
contemplasen la posibilidad de que, dadas las circunstancias, los empresarios
pudiesen despedir a sus trabajadores. Como si creyesen que un aumento del 5% en
el SMI, supone un aumento instantáneamente igual en productividad. Esto no es
así. En la vida real, todo empresario que tenga a su cargo trabajadores que no
alcancen dicha suma en productividad, no recibirán una subida artificial de
sueldo, incurriendo el empresario en pérdidas, sino que serán automáticamente
despedidos. De hecho, pensar que el SMI puede ser responsable directo de
subidas de los salarios, es como pensar que establecer una altura mínima de
1.90 m para ir al trabajo, producirá un aumento de la altura media en los
trabajadores, lo cual obviamente no es cierto. Simplemente supondrá un recorte
de trabajadores, produciendo paro y más desempleo.
Justamente lo que se necesita para subir los salarios es
precisamente lo contrario: generar mucho empleo. Cuando hay muy poco paro, toda
demanda adicional de trabajo por parte del empresario, tenderá a subir los
salarios medios, ya que los trabajadores añadirán una gran posición de
fortaleza en la negociación, ya que con pleno empleo, se reducen las bolsas de
empleo repletas de desempleados a los que recurrir, habiendo menos demanda para
su oferta. Subiendo el SMI supone arrebatar al empleado todo poder de
negociación, no pudiendo pactar libremente su sueldo, restándole fortaleza,
al aumentar las colas del paro, y por tanto, finalmente, gracias al SMI, se acabaría percibiendo un sueldo muy inferior. La pescadilla que se muerde la cola.
Por lo tanto, primero, vayamos a por el pleno
empleo, que alcanzaríamos con un mercado laboral mucho más libre, y
sucesivamente, toda inversión adicional empresarial, se trasladará en un
aumento de los salarios, y por tanto, en el incremento de riqueza y
crecimiento.
Veamos porque el Salario Mínimo se trata de una de las
principales causas de desempleo y creadoras de pobreza y miseria, la cual no
trata de beneficiar al obrero pobre, sino al burgués y al rico, con un sencillo
ejemplo, que tratará de resumir el proceso de inclusión de este en nuestra
sociedad: Supongamos que el señor Patricio quiere construir una casa en el
campo, para lo cual cuenta con 2 alternativas: por un lado, A)puede contratar a
Alberto, un experimentado y fuerte albañil, el cual reclama un sueldo de 1.000€
por sus servicios. Por otro lado, B) puede contratar a Juan y Paco, 2 jóvenes
que no han trabajado en su vida, por lo que ambos serían necesarios para hacer
el mismo trabajo que un albañil hecho y derecho, por lo que reclaman un sueldo
de 450€ por persona, haciendo un total de 900€. ¿A quién escogería Patricio?
Pues lógicamente a los 2 jóvenes, ya que, por el mismo trabajo que el albañil
experimentado, pagaría 100€ menos. Y aquí llega el problema, es entonces cuando
llegaría Alberto, muy cabreado e indignado por haber perdido su trabajo ante 2
jóvenes que aún no le han dado un palo al agua, cuando astutamente, protestará
y le dirá al Sheriff del pueblo, que el malvado Patricio lo que está haciendo
es explotar, abusar y aprovecharse de los pobre chicos que no saben lo que
quieren (él sí lo sabe) y están siendo engañados, por lo que ante su
indignación, reclamará una cantidad mínima de 600€, por debajo de la cual nadie
pueda trabajar, surgiendo la Ley de Salario Mínimo. Debido a esto, el trabajo
de Alberto se volverá de nuevo el más productivo y valioso, descartando la
competencia de los 2 jóvenes albañiles, ya que su salario total se ha
incrementado en 600+600= 1.200€, 200 más por el mismo trabajo. Están fuera,
vuelven al paro. ¿Quién ha sido realmente el beneficiado de la Ley del Salario
Mínimo? El obrero rico, mejor formado y con experiencia, ¿Quiénes han sido los damnificados? Los pobres obreros, jóvenes, sin experiencia y sin preparación.
Esto se trata de un sistema completamente injusto, ya que la
Ley de este modo lo que pretende es beneficiar y proteger a los trabajadores
que ya están, poniendo una inmensa barrera de entrada para aquellos que aún no
han entrado (jóvenes e inexpertos, curiosamente, de donde proviene la gran
mayoría del paro), no existiendo, pues, igualdad ante la Ley, no tratándose de una
Ley imparcial, sino claramente partidaria de los sectores más consolidados.
Esto es realmente nada más y nada menos que un nuevo caso de
monopolio legal, muy comparable a las enormes barreras de entrada regulatorias
que se le exigen a las empresas para competir con aquellas más grandes. De
hecho, demostremos lo absurdo del argumento a favor del SMI con más ejemplos:
todos sabemos que empresas como Apple, Coca Cola o Facebook una vez, también
fueron pequeñas microempresas, surgidas en garajes o entre amigos, y que la
única manera de que se dieran a conocer, era directamente regalando sus
productos a las entradas de las universidades, en sorteos, o llevándote a casa
una Coca Cola, a cambio de que, amablemente, respondieras un breve cuestionario
sobre tu satisfacción, o que simplemente les dejases un comentario. ¿Por qué
hacían esto? ¿Eran tontos? No, porque cuando aún no eres nadie, lo que más
necesitas es darte a conocer, y muchas veces lo menos importante en este
momento es el dinero, sino el beneficio que produce el que compartas dicho
contenido o productos con tus amigos, con el objetivo de “darte a probar”, para
ser comprado en un futuro. En definitiva, te vendes gratis, para dejar que las
personas libremente te validen, pudiendo darte un visto bueno o malo, y he ahí
el riesgo. ¿Tendría algún sentido exigir un mínimo de ingresos a las empresas y
autónomos, sin los cuales, no pudieran ejercer su actividad ni ofrecer
servicios? Sería un disparate de sentido común, ya que esto supondría la
quiebra de miles de empresas, y cientos de ellas nunca habrían nacido, ya que jamás
habrían podido validar su modelo de negocio y, sucesivamente, ofrecer sus productos en el mercado.
Pues bien, exactamente lo mismo ocurre en el Mercado
Laboral. A los jóvenes sin formación e inexpertos y a los poco cualificados, no
les queda otra que competir con las élites, con la única variable que pueden
jugar a su favor, su salario. Arrebatándoles esto, acabas con su mínima fuerza
de negociación y libertad ante el empresario. Por tanto, lo más justo y
correcto sería suprimir y acabar completamente con este Salario Mínimo, lo cual
ni muchísimo menos significa que los empresarios empezasen a pagar 0€ a sus
trabajadores, más bien, sí que tratarían de hacerlo, pero el libre mercado y
competencia entre empresas, se lo impedirían. Basta acudir al clásico ejemplo
de la subasta de un billete de 1$: si este se subastase, cabe pensar que todo
el mundo trataría llevárselo por 1 centavo, sin embargo, en cuanto alguien
ofreciera 1, otro ofrecería 2, otro 3, y así sucesivamente hasta alcanzar la
cantidad de 99 centavos, que permita un mínimo beneficio de 1 centavo. Lo mismo
ocurriría en el libre mercado. No cabe pensar que los trabajadores cobrarían
0€, ya que otro astuto empresario trataría de pagarle 100, otro 200… y así
sucesivamente, hasta alcanzar su verdadero valor, siendo por tanto necesario un
mercado laboral lo más liberalizado y flexible posible. En otras palabras, el
sueldo sería aquel que permitiese al
empresario obtener un beneficio, que no es más que la diferencia entre la
productividad del trabajador – su sueldo. No existiendo plusvalía, sino simplemente una
minoración de los beneficios empresariales, fruto de un acuerdo voluntario
entre ambas partes, que por tanto, beneficia a todos.
Piensa esto: si tuvieras el poder absoluto y
arbitrario que atesoran los políticos ¿Cuál sería el Salario Mínimo que le
impondría al peor de sus enemigos? Muchos podrían pensar que este debería ser
0, pero ¿Realmente le va a influir en algo a sus ingresos y productividad en el
trabajo, que baje el SMI? En absoluto. Pero, ¿Qué pasaría si le pusiéramos un
SMI de 1 millón de €? Que automáticamente sería despedido, condenándole al
paro, e imposibilidad de reincorporación al mercado laboral.
Para finalizar, hoy en día se puede apreciar perfectamente
la clara prostitución que ha vivido el tema del Salario Mínimo
Interprofesional, pasando de ser un tema de debate económico, a ser un asunto
político, sirviendo únicamente como herramienta para capturar votos del pueblo,
engañado y ciego ante la realidad, realidad que astutamente no interesa
mostrar, ya que resultan mucho más beneficiosos y atractivos los escaños y el poder, incluso
si para ello, es necesario mentir bellacamente. Los salarios no se suben a
golpe de decreto, sino con capitalismo, libre mercado y trabajo duro. Ni
atajos, ni fórmulas mágicas.
Esto es todo por hoy joven padawan. Somos El Club de la
Economía y siempre aquí estaremos, no es una amenaza, pero volveremos.
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