Tras vivir la crisis
más catastrófica de la historia con la Gran Recesión de 1929,
el lado oscuro se apoderaba de Occidente. El estatismo, liderado por el malvado
Roosevelt, tenía en mente devolver el poder del dinero al Gobierno y así, en
Bretton Woods, el libre mercado sufriría una de sus más duras derrotas: el
debilitamiento del patrón oro. Tras décadas de
multiplicación en el gasto público, Darth Keynes lideraba en solitario la
galaxia de la economía, sin apenas oposición a sus teorías. Sin embargo, algo
no encajaba, y en los años 70 una nueva crisis llegaría para corregir el
mercado y llevar el equilibrio a la economía…
A lo largo de la historia existen unos momentos puntuales
en los que, como ya hemos visto y vivido en varias ocasiones, parece que la economía se comporta sin ningún tipo de sentido y explicación. Los hay que
achacan estas situaciones al mercado, el cual es imperfecto, y por tanto
necesariamente llega un momento en el que tiene que explotar (podríamos encuadrar
en esta teoría a los socialistas keynesianos). También los hay que defienden el
libre mercado y el capitalismo, pero con la teoría de que los ciclos económicos
son azarosos y por tanto es necesario el Gobierno para instaurar orden
(podríamos encuadrar en esta teoría a la Escuela de Chicago). Por último,
están aquellos que piensan que los fallos del mercado son precisamente por la
intervención del Estado, no permitiendo así un mercado completamente libre
(podríamos encuadrar en esta teoría a la Escuela Austriaca).
Recuerden, en el Club de la Economía tan
solo nos dedicamos a contar los hechos, en ocasiones de una forma un poco traviesa, pero al final, la decisión de escoger el lado oscuro del estatismo, el lado luminoso de la libertad o quedaros a medias, como Milton Friedman, es vuestra elección. Dicho lo cual, comencemos.
Recuerden, en el Club de la Economía tan
solo nos dedicamos a contar los hechos, en ocasiones de una forma un poco traviesa, pero al final, la decisión de escoger el lado oscuro del estatismo, el lado luminoso de la libertad o quedaros a medias, como Milton Friedman, es vuestra elección. Dicho lo cual, comencemos.
Aunque la crisis que vamos a venir a contar hoy se
desarrolla durante los años 70, como ya es costumbre vamos a empezar por el verdadero principio. Año 1960, un puñado de países de todas partes del mundo,
desde América hasta Arabia, fundan la OPEP (Organización de Países Exportadores
de Petróleo). Esta surge como iniciativa de los principales productores de esta
materia prima con el objetivo de establecer un precio unitario y pactado y
así controlar cual iba a ser el precio que finalmente acabaría en el mercado (vamos,
un oligopolio).
De esta manera, los principales importadores de petróleo,
como Estados Unidos, que con un 6% de la población mundial, consumía el 33% de
la energía en todo el mundo, manteniendo también una cuarta parte de la
producción industrial a nivel mundial, podrían adquirir el petróleo con
seguridad y a unos precios razonables y marcados por el mercado. La cosa
parecía ir bien: Occidente ganaba, Oriente se forraba. Todo parecía
maravilloso. Pero como todo monopolio, al final llegan los problemas.
El petróleo, como casi cualquier otra materia prima, se
pagaba en dólares estadounidenses, ya que se había impuesto como la divisa
internacional. Durante el mandato de Nixon, o Darth Nixon, como prefiráis,
viendo que EEUU no crecía, pero que la inflación no paraba de subir, hizo una
de las peores cosas que un político puede hacer en economía: ponerse a pensar. Por tanto, tomó una de las decisiones más devastadoras que
se recuerdan contrarias a la libertad y el mercado, solamente comparable con su
querido amigo, el malvado Roosevelt.
No, no llegó a expropiar y robar el oro a sus ciudadanos,
sino algo muchísimo peor, sencillamente abandonó de una vez por todas el patrón
oro. Era un 15 de agosto de 1971, y el sistema de Bretton Woods había llegado a
su terrible final.
Es entonces cuando en EEUU se comenzó a dar un fenómeno
insólito, no previsto por ningún burócrata de Washington. Sí queridos amigos,
el dólar ya no era oro. El dólar se devaluaba. Y a un ritmo vertiginoso.
Solamente en 1971, el dólar perdió un 8% de su valor, y seguiría cayendo hasta
nuestros tiempos, siendo hoy en día nada más que un espejismo de lo que fue
antaño.
Al menos, se creía que devaluando el dólar, y frenando así
la inflación, EEUU podría repuntar y reconstruir una economía que volviese a
crecer como antes. Pero no fue así.
Llegamos entonces al año que muchos querrán olvidar por
varias razones. Y sin duda pudiera llegar el día en que nuestra memoria
olvidase lo acontecido durante este paradigmático año. Pero hoy no es ese día.
Hoy recordaremos como en tan poco tiempo, el gobierno estadounidense estuvo al
borde de la quiebra, mientras el Keynesianismo no podía dar explicación a lo
que veían sus ojos.
Y es que, queridos amigos, un fatídico 23 de agosto de 1973,
a causa de la guerra del Yom Kipur, que enfrentaba a Israel con Siria y Egipto,
y debido a la participación de EEUU y distintos aliados en dicho conflicto, la
Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo, decidieron no exportar
más petróleo a Occidente, embargando a todo país que hubiese apoyado a Israel. Es más, el 16 de Octubre de 1973, se llegaría incluso a
paralizar la producción de crudo, provocando una enorme escasez de petróleo. Esto disminuyó drásticamente su oferta y aumentó su precio, lo cual
hizo que la inflación se multiplicase hasta niveles insospechados.
Comenzaría entonces en EEUU un largo periodo de recesión,
que se prolongaría hasta los años 80, pero una recesión especial. No era como
las demás, tenía algo que la hacía única.
Antes de nada, observemos esto:
Recibe el nombre de Curva de Phillips, y lo que representa
tiene bastante sentido a priori y sigue siendo hoy estudiado, ya que pertenece
a la economía mainstream. Esta curva establece que, ante un aumento de
inflación, el desempleo disminuye, y viceversa, ante un aumento de desempleo,
la inflación es la que disminuye, estableciendo la ley de que ambas variables
son negativas una respecto a la otra.
Pues bien, así quedó la curva durante la década de los 70 en
EEUU:
Pendiente positiva, los precios subían y a la vez el
desempleo. Todo esto acompañado de una depreciación galopante del dólar.
Las consecuencias fueron claras y directas. Las
petroleras se empezaban a nacionalizar, comenzaban a verse colas en las
gasolineras para el racionamiento de gasolina, la Bolsa de Nueva York perdía
97.000 millones de dólares de valor en 6 semanas. Las importaciones de petróleo
descendían desde los 1,2 millones de barriles dirarios, hasta los 19.000.
Finalmente, unos meses más tarde, tras la Cumbre Petrolífera de
Washington, en marzo de 1974 se pondría fin al embargo, y Reagan se encargaría de liberalizar EEUU durante la década de 1980.
Y es así como, de nuevo, el Gobierno y Estados afines
estuvieron a punto de acabar, otra vez, con la Economía y el Mercado. Y, como
el chiste, todo empezó así, con un oligopolio, un burócrata y Keynes.
Esto es todo por hoy, joven padawan. Somos el Club de la
Economía y siempre aquí estaremos. No es una amenaza, pero volveremos.
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