Cómo pasa el tiempo. Ya se va acabando mayo, lo que
significa buen tiempo y que es momento de organizar todas aquellas actividades
y planes veraniegos productivos que terminarás por no hacer (excepto leernos,
aunque eso no sea productivo). La vida discurre cotidianamente entre ajustados
finales de Liga y candidatos del PSOE partiéndose la cara, lo que nos aporta
una reconfortante sensación de que todo está en orden. El tipo de cosas que le
hacen pensar a uno que esto es más predecible que el final de una peli porno,
vaya. Pero aquí tenemos un sexto sentido y hemos notado que algo no marcha como
debería. Hay algo inusual en el ambiente. Venid, venid, ¿oléis eso? Huele como
a que NO VAIS A COBRAR UNA PENSIÓN. Me explico.
Antes de nada, y como es habitual, definamos un poco por
encima esta vaina de las pensiones porque tiene su aquel. Las pensiones son un
pago proveniente de la Seguridad Social, por medio de entidades públicas o
privadas, pudiendo ser temporal o de por vida, que puede recibir una persona
por diversas cuestiones. Por lo general, este pago es debido a un problema o
incapacitación para incluirse en el mercado laboral. La barrera más común suele
ser la edad (estás tú que con setenta años me vas a ver por la oficina, jaja),
aunque también existen otros motivos como la viudez, discapacidad…
Hoy en día habría que diferenciar entre dos principales
sistemas de pensiones:
Por un lado, se encuentra el sistema público o de reparto
que, en resumidas cuentas, propone que los trabajadores de hoy paguen a los actuales
pensionistas, estimando la cotización que estos han realizado en la Seguridad Social
a lo largo de su vida.
Por otro lado, estaría el sistema privado o de
capitalización, basado fundamentalmente en el ahorro y la inversión del trabajador.
El objetivo es poder generar una renta que se reinvierta y poco a poco sirva
para ir llenando una hucha en la que depositar las pensiones futuras.
Pues bien, el sistema de pensiones de reparto se trata del
modelo más habitual que encontramos en nuestros tiempos, pero esconde turbias
incógnitas en su interior.
Comencemos comprendiendo que el sistema público no nos paga
las pensiones con el dinero que cada uno haya acumulado durante su vida
laboral. Todo el sistema se basa en la esperanza; la esperanza de que los
trabajadores actuales paguen las pensiones de los jubilados con el ingenuo
sueño de que, cuando estos se retiren, también ellos recibirán una pensión (eso
sí, vete tú a decirle a Montoro que no quieres participar de este timo). Por lo
tanto, no existe ningún tipo de garantía de que trabajando y contribuyendo a la
Seguridad Social vayas a recibir tu pensión cuando seas un abuelo. A ver quién
te dice a ti que en el futuro no vaya a haber más crisis o guerras nucleares
que te impidan cobrar tu pensión. En serio, a los que se van a jubilar ahora
les va a pagar la pensión la generación youtuber, imagínate el percal en
cincuenta años. El caso es que hay
cientos de posibilidades, pero en lo que todas coinciden es que nada depende de
ti.
Al final todo se reduce a un “contrato social”, que no es
más que un nuevo abuso de nuestro querido amigo y vecino ceteris paribus. Las pensiones públicas son creadas en pleno auge
de socialdemócrata y de adoración del Estado de bienestar (¡genuflexiónate ante
Rousseau, maldito gusano!). Esto parecía tener sentido en su momento, pero como
toda ilusión, al final el truco se acaba encontrando. Y el truco no es más que
creer que la situación demográfica y económica que vivíamos en los 60-70-80 y
90 es perpetua e invariable. Dicho de otro modo, el problema de las pensiones
no reside en los recortes o en la falta de eficiencia del sistema, como se
empeña en decir el personal, sino que su problema es pura y simple demografía.
Si nos fijamos en las últimas décadas del siglo pasado podremos
notar como las familias de nuestros padres o abuelos podían estar formadas por
tres, cuatro, cinco e incluso en ocasiones seis hermanos sin problema. De
hecho, ya desde los años 90, el número de trabajadores por pensionista empezaba
a descender, encontrándose hoy en día en, aproximadamente, dos trabajadores por
cada pensionista. “Bueno, no está tan mal”, oigo decir por ahí. No tan rápido,
amigo lector, que esto va de mal en peor. Las estimaciones más recientes
establecen la relación de paridad 1:1, es decir, mismo número de trabajadores y
pensionistas, en 30 años, tras lo cual, seguiría descendiendo, hasta haber más
pensionistas que trabajadores.
Esto supone invertir radicalmente la pirámide de población,
ya que la esperanza de vida, gracias a las innovaciones y mejoras en tecnología
y medicina, aumenta exponencialmente a unos niveles nunca antes vistos. La
natalidad, en cambio, la tenemos por los suelos.
De hecho, llegamos recientemente a niveles vegetativos
negativos, lo cual quiere decir que la tendencia es que fallezcan más personas
de las que nacen.
Por tanto, el mito de que la población activa siempre crece
por encima de la jubilada, no es más que una ilusión. Qué putada, oiga.
Sin embargo, seguimos sin modificar o reemplazar el sistema
sin querer ver la realidad, cerrando los ojos muy fuerte. Habrá quien diga que,
aún así, económicamente el sistema de reparto es un absoluto éxito, ya que
garantiza una mayor tasa de reemplazo que el de capitalización, es decir,
garantiza un mayor porcentaje de tu último sueldo/sueldo medio. Sin ir más
lejos, el sistema de reparto español garantiza aproximadamente un 80% de tasa
de reemplazo, contra el modelo de sistema de capitalización por antonomasia, el
chileno, que garantiza únicamente el 40%. Pero aquí vienen los problemas.
Agarraos que vienen curvas. ¿Cómo se le denomina a un sistema que lleva seis
años siendo inmensamente deficitario, y que se prevee que, en unos años,
reduzca a la mitad sus contribuyentes? Tiene un nombre y rima con insostenible.
¿Y cómo se cortan de raíz los sistemas deficitarios para hacerlos sostenibles?
Sí, con recortes. Según el último estudio del Gobierno, para el año 2060 la
tasa de reemplazo será inferior al 50%, es decir, menos de la mitad de tu
sueldo, suponiendo, y aquí llegan los unicornios parlantes y arcoíris, que la
tasa de empleo sea superior al 70%.
Por dejarlo claro: según el Gobierno, teniendo la mayor tasa
de empleo de toda nuestra historia (superior al pico durante la burbuja
inmobiliaria), cobraríamos algo menos de la mitad de nuestro último sueldo como
pensión. Todo esto teniendo en cuenta que el Gobierno, que no es capaz de
predecir si pasado mañana saldrá el sol, tiene algún tipo de veracidad en una
estimación a 40 años.
Esto querría decir que en 40 años, la tasa de reemplazo pública
española, pasaría a ser, como mínimo, igual que la privada chilena. Y hasta
aquí podríamos decir, bueno, pues a las malas en el futuro se quedan igual, y
aquí paz y después gloria. Pero no tan rápido otra vez, forastero, porque
tenemos a Montoro in da house y parece que no está muy contento. Mientras el
sistema chileno de capitalización carga a la Seguridad Social aproximadamente
un 10% del salario bruto, en España, esta mordida es de casi el 30%, por lo que
estamos condenados, por las zarpas de Montoro, a ahorrar un 20% menos por el
resto de nuestras vidas.
Hoy en España pagamos el triple, para recibir solo el doble, y siendo optimistas, acabaremos recibiendo lo mismo, o pagando 10 veces más para morir de hambre. Si en Chile contasen con el ahorro que en España se nos roba a mano armada, su tasa de reemplazo sería superior al 105%, es decir, serían más ricos aún no haciendo nada. Es la diferencia entre invertir y distribuir panes y peces, la riqueza nunca crece dividiéndose, sino multiplicándose (matemáticas de primaria). Esto sin tener en cuenta que pueda llegar al poder el
PSOE o Podemos, en cuyo caso tocaría vender las joyas de la abuela.
Ya sabemos que, según esta gente, no pasa nada. La solución
la teníamos delante de nuestros ojos y ni siquiera nos pudimos dar cuenta. Para
empezar, subamos salarios por decreto, a, yo que sé, 10.000 euros al mes.
También aumentemos la rigidez del mercado laboral en un país donde el 90% de
las empresas son PyMEs y más de la mitad siguen en perdidas, reduciendo el
empleo, la inversión y recaudando menos. Después subamos los impuestos a los
ricos. Claro, las pensiones se sustentan directamente en la evolución del
empleo. Pues bien, atraquemos a mano armada a los creadores de empleo para que
estos se vayan, aumente el paro y si algún extranjero despistado (Airbnb,
Uber…) viene con intención de invertir y ofrecer algo de trabajo, les echamos o
por las buenas (a golpe de decreto) o por las malas (quemando taxis). Después
impaguemos la deuda, salgámonos del euro, imprimamos moneda y así perder el
poco poder adquisitivo que nos quedaba. Por último, y tras haber destrozado la
recaudación, la inversión, la actividad económica, el incentivo para crear
riqueza, la hucha y las pensiones en general, culpémosle al capitalismo
neoliberal y al enemigo exterior. Es brillante, brillante MUAHAHAHA
Y yo me pregunto, ¿por qué la hucha más importante de
nuestra vida ha de ser gestionada por políticos, que la moverán de aquí para
allá, según sus intereses partidistas? ¿Por qué no se nos permite poder
gestionar nuestros propios ahorros, en vez de ser administrados por un grupo de
burócratas? Pues por la misma razón por la que no se nos avisa de que vamos a
cobrar unas pensiones mucho menores a las actuales. Por la misma razón por la
que no se nos enseña finanzas o inversión en la educación pública: a papá
Estado le interesa engordar, haciéndose responsable de nuestro futuro y
propietario de nuestras vidas y que seamos dependientes de él toda la vida.
Mientras que las pensiones privadas generan autonomía, responsabilidad y
libertad individual, las pensiones públicas generan clientelismo y dependencia
de las transferencias de las administraciones públicas. Por eso el político de
turno encuentra en las pensiones un tema tabú sobre el que mejor no hablar, ya
que realmente es un secreto a voces que serán necesarios brutales recortes,
mientras los impuestos y contribuciones a la Seguridad Social nos siguen dejando
en bragas. Tampoco les importa mucho realmente porque, seamos sinceros, no les
vas a ir a regañar a los políticos de hoy en día dentro de cuarenta o cincuenta
años por haberse cargado tu pensión.
Llegados a este punto vamos a proponer unas cuantas soluciones
a este tema de las pensiones porque aquí ante todo somos prácticos:
1. Tener muchísimo sexo para que haya los
suficientes churumbeles correteando por ahí que puedan pagar nuestra pensión y
perpetuar el sistema actual (la parte del sexo la veo).
2.
Decretar que a partir de la edad de jubilación
los viejos sean cogidos y abandonados en el bosque, armados únicamente con
navajas suizas. Tras una semana, se les concederá una pensión a los jubilados
que hayan sobrevivido.
3.
Seguir con el actual sistema, saqueando a mano
armada al ciudadano, para seguir cobrando unas pensiones cada vez más
reducidas.
4.
Pasar a un sistema de capitalización en el que
cada ciudadano se hace responsable de la gestión de sus propios ahorros.
Las bondades de vivir en los tiempos con mejor nivel de
vida, riqueza y salud de toda la historia no se mantienen subiendo impuestos,
sino aumentando el empleo, atrayendo más empresas e inversión y mejorando la
productividad.
Esto no es capitalista, no es privatizador, no es ni
siquiera liberal. Es lógico.
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