Arrimarse aquí que voy seguir contando la historia de los
tipos que levantaron los EEUU. Los del fondo, silencio. Para los que acabáis de
entrar podéis poneros al día con el primer capítulo y el segundo. Básicamente,
estábamos contando que Carnegie y J.P. Morgan estaban en una titánica batalla
por derrocar a Rockefeller como hombre más rico sobre la faz de la Tierra.
Carnegie participaba en esta pugna con su imperio del acero, mientras que Morgan
invertía en todo tipo de empresas y sacaba provecho del filón en el que se
había convertido la electricidad. Esto no le hacía ninguna gracia a
Rockefeller, ya que recordemos que había hecho su fortuna con el queroseno y
ahora la gente prefería la electricidad para iluminar su chabola. Y en este
momento de la peli los tres tendrán que unir fuerzas para luchar contra un
enemigo común: el Estado.
Tras la crisis de 1873 o el pánico de 1873, debido a la
quiebra de la entidad bancaria Jay Cooke
and Company, miles de trabajadores se fueron al paro. La gente que
trabajaba en el campo fue la que se vio más afectada y los fulanos de
provincias cogieron el petate y se fueron en tropel a trabajar en las fábricas
de la ciudad, lo que hizo que los salarios de los obreros cayeran en picado
durante los siguientes años. Esto unido a que las condiciones laborales dejaban
mucho que desear (construir un rascacielos era un trabajo de riesgo en aquella
época, creedme) hizo que la peña en general estuviera de morros (la peña con
poca pasta, se entiende). De este modo se generó el caldo de cultivo perfecto para un
político que se presentaba a presidente por el Partido Demócrata para las
elecciones de 1896. Su nombre era William Jennings Bryan.
William Jennings
Bryan
Bryan nació en Illinois, en 1860, en una familia de pequeños
propietarios agrícolas. En 1888, tras estudiar Derecho en Chicago, se afilió al
Partido Demócrata y fue ascendiendo rápidamente en su carrera política. Bryan
tenía ideas que podríamos considerar populistas para la época: enemigo de las
injusticias, de la desigualdad, de los grandes empresarios y campeón del
proletariado. De hecho, Bryan es el responsable de que el Partido Demócrata
abandonara el laissez faire por el
amor al Estado. En muchos de sus discursos se dirigía directamente a
Rockefeller y a Carnegie, ya que estaba decidido a desmontar sus monopolios,
denunciando que era inmoral que tan pocos hombres acumularan tanta riqueza. No
sé si es correcto llamarle el Pablo Iglesias de la época, pero nos hacemos una
idea.
Como es lógico, Bryan representaba una gran amenaza para los
intereses de Rockefeller, Carnegie y Morgan, por lo que no se iban a dejar vencer tan
fácilmente. Los tres imperios más grandes del país, el del acero, el queroseno
y la banca, por primera vez se unían para derrotar a un poderoso enemigo y solo
podían hacerlo de una manera: tenían que comprar su propio presidente. A partir
de ese momento los tres hombres iban a dedicar todos sus recursos a apoyar al
candidato republicano William McKinley, un veterano de la Guerra de Secesión.
Gracias a los esfuerzos de Rockefeller, Carnegie y Morgan,
McKinley contó con un presupuesto de 3,5 millones de dólares, cinco veces
superior al de Bryan (un fortunón para la época). La campaña de McKinley se
convirtió en la más cara de la historia de EEUU hasta ese momento. Jamás se
había visto tal despliegue de medios para unas elecciones y se utilizaron
muchas técnicas de campaña modernas, gracias al director de campaña
republicano, Mark Hanna. Bryan, por su parte, tiene que contraatacar y empieza
a recorrer el país de manera incansable, dando más de 500 discursos durante
toda la campaña en los que atacaba a los ricos y agitaba las más bajas pasiones
del proletariado.
Esta campaña es consideraba hoy en día por los historiadores
como una de las más dramáticas y complejas de la historia americana. Era
mucho lo que había en juego y se debatieron muchas cuestiones económicas, incluyendo
el bimetalismo,
el patrón oro, la plata libre, y las tarifas. Bryan
representaba a los obreros y granjeros de las zonas rurales del sur y el centro
del país, mientras que McKinley tenía sus apoyos en los trabajadores y las
grandes fortunas de las ciudades industriales del noroeste y de la costa del
Pacífico. El resultado de estas elecciones determinaría las políticas
nacionales del país durante las siguientes dos décadas.
Con todos estos pescados sobre la mesa llega el 3 de
noviembre de 1896, llega el día de las elecciones. Toda la sociedad americana
entendió la brutal trascendencia de estos comicios y se alcanzó una
participación del 80%. Para que os hagáis una idea, las últimas elecciones
presidenciales entre Trump y Clinton apenas sobrepasaron el 55%. Nuestros tres
empresarios se subían por las paredes mientras esperaban los resultados,
sabiendo que los grandes imperios que habían levantado de la nada podían
esfumarse. Tras el recuento, el republicano McKinley se convierte en el 25º
presidente de los EEUU, con 271 votos electorales, frente a los 176 de Bryan.
Los negocios de Rockefeller, Carnegie y Morgan se habían salvado de la
política, por lo que la alianza entre los tres ya no era necesaria y vuelven a
la gresca.
Rockefeller ve una manera de atacar a Carnegie en su propio
terreno y compra la mina de hierro de Mesabi, en Minnesota (recordemos que el
hierro es la materia prima del acero). Rockefeller empieza a vender su recién
adquirido hierro a un precio ridículo con el fin de reventar el mercado y dar
un poco por saco a Carnegie. Y vaya si lo consigue. Con el precio del hierro
tan bajo, la competencia en el mercado del acero se dispara y Carnegie ve como
sus ingresos empiezan a caer en picado. Carnegie entonces se ve obligado a
comprar todas las minas de Rockefeller por un precio desorbitado con el fin de
frenar la hemorragia. Un duro golpe, pero consiguió salvar su imperio.
Morgan, que había observado atentamente esta batalla entre los dos grandes titanes, toma nota y decide actuar para superar a sus dos competidores. Decide unificar toda la industria del acero. Recordemos que Morgan ya controlaba por completo el sector de la banca, el sector ferroviario, minero, mercante… Por lo tanto, consiguiendo el control del acero de Carnegie podría lograr un poder sobre toda la industria estadounidense que haría temblar al mismísimo Rockefeller. Pero para ello tenía que comprar el segundo imperio más grande del país, tendría que comprar el imperio de Carnegie.
Con este fin, Morgan se reunió con la mano derecha de
Carnegie, Charles Michel Schwab. Morgan prometió a Schwab que si conseguía
convencer a Carnegie de vender su empresa del acero le nombraría director de la
misma. Un día, mientras Carnegie y Schwab juagaban al golf, el primero le
confesó que la riqueza no servía de nada si no se empleaba en beneficio de toda
la humanidad. Recordemos que Carnegie era un grandísimo filántropo y sabía de
primera mano lo duro que podía resultar ser pobre. En ese momento Schwab ve su
oportunidad y propone a Carnegie vender Carnegie
Steel Co. para poder dedicarse enteramente a la filantropía. Carnegie se
queda pensando un momento y responde que no hay nadie en la Tierra capaz de
comprar Carnegie Steel. Ambos hombres
empiezan a debatir sobre el precio de la empresa y Carnegie termina apuntando
el valor de su compañía en una servilleta: 480 millones de dólares, el
equivalente a más de 13. 500 millones de dólares de hoy en día.
Schwab le pasa la cifra a Morgan y este acepta
inmediatamente sin negociar con Carnegie. Gracias a la inmensa fortuna que
había conseguido con la venta de su empresa, sumada a su ya enorme riqueza
Carnegie consigue, por fin, convertirse en el hombre más rico del planeta,
superando a su eterno rival Rockefeller. Después de 30 años de incansable
esfuerzo por ganar a Rockefeller al final lo logró. Carnegie lo había conseguido.
Por su lado, Morgan había logrado su objetivo de unificar
bajo su puño el imperio del acero, fundando así la US Steel Co. Esta empresa llegó a controlar casi el 70% de toda la
producción de acero de EEUU del momento y dominaría el mercado durante los próximos
cien años (hoy en día sigue funcionando). Se convertiría en la primera empresa
del mundo en valer más de mil millones de dólares.
Si creíais que con Carnegie ya jubilado esta historia ya
estaba acabada estabais muy equivocados. Tenemos que hablar todavía de cómo
Theodore Roosevelt llegó a la presidencia de los EEUU para desmontar de una vez
por todas los monopolios del país. Vamos a ver, por lo tanto, el choque entre
los hombres más poderosos del país y el propio Estado (¡pelea, pelea!). También
entrará en escena un tipo que llegó a hacer historia, un tipo que revolucionó
con sus ideas el mundo del automóvil y la industria en general. Tal vez os
suene, su nombre era Henry Ford.
Esto es todo por hoy joven padawan. Somos el Club de la
Economía y siempre aquí estaremos. No es una amenaza, pero volveremos.
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