En El Club de la Economía es costumbre hablar de temas
interesantes yendo al grano de una forma sencilla y con salero. No hay tema,
discusión o polémica donde no metamos cuidadosamente nuestras zarpas. Sin
embargo, hay algo que siempre ha estado ahí, pero que nunca ha terminado de
salir a la luz. Un compañero de viaje que siempre nos ha acompañado, pero al
cual nunca hemos hablado a la cara. Pero eso se acabó. Hoy, El Club de la
Economía se propone la difícil tarea de descubrir a este viajero desapercibido,
que sin hacer mucho ruido, siempre ha estado cerca de nosotros. Ha llegado el
momento de desenmascarar de una vez por todas a la Banca.
Decimos desenmascarar y no es para menos, ya que
encubriéndose bajo el término “Banco” lo único que hacían - y hacen - era
simplificar lo que en realidad era un mecanismo mucho más complicado. La banca no es más que una entidad financiera encargada de
ofrecer y recibir servicios financieros. Pero, ¿qué hay más allá de este simple
término? Pues es allí donde hallaremos la verdadera respuesta a todas nuestras
preguntas.
Y para poder llegar, como siempre, debemos empezar por el
principio. Desde tiempos de la antigua Mesopotamia ya se realizaban actividades
comerciales con una mínima regulación. En el Código de Hammurabi ya se podían
observar algunas normas, que más tarde, serían la base del Derecho Mercantil.
Sin embargo, la existencia de todas estas actividades, en
ningún momento desató la necesidad de crear una institución, más allá del
propio Estado, que se encargase de gestionar el dinero ajeno. En otras palabras,
no parecía necesaria una empresa que ofreciese expresamente servicios
financieros. Esto fue así durante mucho tiempo, pasando incluso
prácticamente desapercibida durante la época del Imperio Romano. No sería hasta
la Edad Media cuando realmente nacen los primeros códigos de comercio y normas
expresamente financieras.
Italia sería la cuna de lo que muy pronto se empezaría a
conocer como banco. Esta península vería nacer uno de los imperios más grandes
de la historia, que abarcaba gran parte del mundo conocido. Lo que tal vez no
sabían, es que darían origen a la que sería la institución más poderosa del
mundo. Menos mal que Grecia les robó la política.
De las familias más ricas de Italia (los Medici y los
Pittis) nació la Banca florentina. Sucesivamente, los templarios crearían el
primer banco internacional con el objetivo de ofrecer crédito en toda Europa.
Y no sería mucho más tarde, en 1472, cuando nacería el banco más antiguo que
hoy en día sigue en pie. Nada más ni nada menos que Banca Monte dei Paschi di
Siena.
Tal y como explicamos en este artículo, debido a la
aparición del papel moneda, que sustituía y poco a poco acababa con el patrón
oro, la banca se fue haciendo cada vez más fuerte, llegando incluso a tener en
su poder el Sistema Monetario que, en otras palabras, significa tener el
control de la manivela de hacer dinero, que en otras palabras, significa tener
el control de la Economía y que, en definitiva, significa controlarnos a todos
directa o indirectamente.
Sin embargo, los bancos no solo han basado su actividad en
dar créditos, conceder préstamos y ofrecer depósitos. Tal vez la Banca
Comercial sea la más conocida por el común de los mortales, pero desde que
existen los Mercados Financieros y la Bolsa de valores ¿quién creéis que
estaba detrás de la las Ofertas Públicas de cada empresa? Exacto, la banca,
pero no la comercial. Demos un aplauso para recibir a los que de verdad cortan
el bacalo. Con todos ustedes, la Banca de Inversión. Hay una gran diferencia entre la actividad y los servicios
que ofrecen estos dos tipos de bancos.
Por un lado, la Banca Comercial es lo que
conocemos por nuestra sucursal de toda la vida. En ella se pueden hacer cuentas
corrientes, tarjetas de crédito o débito, pedir algún préstamo y que no te
concedan ninguno u ofrecer algún que otro tibio producto de ahorro.
Por otro lado, tenemos la Banca de Inversiones, la cual da
un salto de calidad, y solemos ubicarla como las grandes oficinas llenas de
ordenadores y cristaleras en los enormes rascacielos de los distritos
financieros. Estos van un paso más allá y por lo general se dedican a asistir
a empresas, gobiernos... También asisten a algún que otro individuo forrado hasta las trancas para
rentabilizar su capital, invirtiéndolo en aquellos activos con mayor retorno,
además de encargarse de financiar las salidas a bolsa de las empresas privadas,
las fusiones y las adquisiciones e incluso a pagar la deuda pública de algún
que otro irresponsable.
Por tanto, podríamos decir que la Banca Comercial es la más
conservadora y segura, mientras que la Banca de Inversión es la más arriesgada
y apalancada y, por lo tanto, con mayores beneficios. O al menos, eso nos
hacían creer.
Llegó entonces el año 1933. Estados Unidos estaba viviendo
el paso de una de las épocas de mayor bonanza de su historia, a la absoluta
miseria y cataclismo que supuso la gran depresión de 1929. Entre todos los
bancos, pero sobre todo gracias a la Reserva Federal y el Banco Central, casi
acaban con el sistema financiero estadounidense, mientras trataba de rescatarse
a sí mismo al mismo tiempo que se hundía más y más. Más de un 80% de la economía estadounidense cayó durante esos días, y lo que se decidiría el 16 de junio, denominado Banking Act, es que los culpables eran los banqueros. Era la
solución más sencilla, teniendo en cuanta que aquellos que señalaban a los
banqueros, eran los principales culpables de toda esta debacle.
Lo que se decidiría aquel fatídico día primaveral sería la
que hoy conocemos como Ley Glass-Steagall. Desde entonces, nació la Corporación Federal de Seguro de Depósitos
(FDIC) introduciéndose el concepto de lo que conocemos en España como garantía
de depósito. Se trata de un fondo constituido por el
Estado que recibe aportaciones periódicas de las propias entidades financieras
del país, con el objetivo de asegurar hasta una cierta cantidad el dinero que
los ahorradores tienen depositado en los bancos. De esta manera, si un banco
quiebra y no puede hacer frente a sus depósitos a la vista, este seguro es el
encargado de abonarlo. Esto se debe a que, como ya explicamos aquí, los bancos
no están obligados a disponer de un coeficiente de caja del 100% de sus
depósitos, sino que estos pueden usar este dinero para rentabilizar el capital
y obtener beneficios con él. Algo así como prestar algo que te han pedido que
guardes en tu cajón.
Actualmente, el coeficiente de caja en el mundo varía desde
el 10% en Estados Unidos, hasta el 1% de Europa. Si es que somos unos
campeones.
Pero además de esta terrible decisión que condenaría al
mundo, uniendo definitivamente Estado con la Banca, como si de la creación del
anillo único para destruirnos a todos se tratase, se introdujo la división
entre Banca de Inversión y Comercial. Esto significa que desde aquel momento,
las entidades financieras (que siempre habían realizado ambas actividades a la
vez indistintamente) debían elegir entre actividad comercial o de inversión, y
en el caso de elegir uno, no podrían realizar la otra. Aquí por tanto se
produjo la división entre aquellos bancos que recogerían sus cuchillos y se
retirarían, como es el caso de Bank of America, y aquellos que seguirían en el
juego, como Lehman Brothers, Goldman Sachs y como no, JP Morgan.
Finalmente, repitiéndose la historia, cual flashback de
Bretton Woods, el 12 de noviembre de 1999, la Ley fue derogada por
la Financial Services Modernization Act, más conocida como Ley
Gramm-Leach-Bliley. Desde ese momento, los bancos comerciales también pueden
apalancarse y endeudarse hasta las cejas, volviendo a ser bancos comerciales y
de inversión a jornada completa.
Nacía entonces un negocio muy rentable, con poquísimo riesgo
y elevadísimo potencial de crecimiento. Una oportunidad tan segura que
produciría la mayor quiebra de la historia (un saludo a nuestros amigos de
Lehman Brothers) y la sucesión de caídas de bancos más grande de todos los
tiempos, obligando a bancos históricamente conservadores, como Bank Of America,
a fusionarse con Merril Lynch si querían sobrevivir. Este producto ha
recibido muchos nombres: bienes inmuebles, ladrillo, hipotecas. "La vivienda nunca baja" para los amigos.
Esto es todo por ahora, joven padawan. Somos El Club de la Economía y de vacaciones nos iremos. No es una amenaza, pero en Septiembre volveremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario