lunes, 26 de marzo de 2018

Crisis Económicas IV: La Burbuja de las punto com



Hace mucho tiempo, en una Economía muy, muy lejana…

Tras el ascenso de Alan Greenspan a cargo de la Reserva Federal, la calma llegaría a la Economía. El peligro de la Depresión había sido aniquilado y la amenaza de una nueva Crisis se había disipado. Sin embargo, algo había pasado desapercibido, inadvertido para economistas y analistas por la sucesión de recesiones, que volvería a poner en jaque a la Economía…

Desde los años 70, hemos podido apreciar como el sistema económico mundial chocaba con continuos cracks, que devenían en recesiones, que se convertían en depresiones y acababan en crisis.

Las políticas económicas keynesianas sudaban sangre para poder hacer frente a las amenazas y debilidades que se les planteaban, y finalmente hallaron la solución: quitarse del medio.

Sin embargo, entre tanto alboroto internacional y caos institucional, algo pasó ante los ojos de todos, y nadie pareció darle importancia alguna, tal vez demasiado ocupados de que el chiringuito no se viniera abajo y preocupados de que en el proceso no se llevasen algún que otro coscorrón. Pero remontémonos al principio:

Hasta ahora, al referirnos a la Bolsa hablábamos de lo que todo hijo de vecino entiende por dicho termino, es decir, un mercado en el cual cotizan empresas según las fuerzas de la oferta y la demanda.
Pero hasta este momento, había algo que caracterizaba a este mercado y que, por ello, le hacía uno de los más atractivos del mundo. Y no, no nos referimos a los barcos y las meretrices (que también) sino que todos los valores que se negociaban eran tangibles.

La liquidez y veracidad que el mercado de valores reflejaba sobre la realidad económica era incuestionable. No había nada más sencillo para ver como iba la economía del país que coger el Wall Street Journal y leer el apartado de finanzas y mercados.

Por esto mismo, con el objetivo de facilitar la vida a consumidores, inversores y empresas, comienzan a surgir los primeros índices bursátiles, por ejemplo para ver de un vistazo como evolucionaba la industria nacional (Dow Jones Industrial Average) o directamente el sector empresarial en su conjunto (Standard & Poor's 500 Index).



Todos estos índices, que no eran más que un reflejo estadístico por medio de un grafico que ilustraba la tendencia agregada del sector, se construían sobre una base común: la Bolsa de Nueva York (New York Stock Exchange), que es el mayor mercado de valores del mundo en volumen monetario y el primero en número de empresas adscritas.



Parece razonable pensar que un mercado que mueve más de 35 billones de dólares al año es sin ningún lugar a duda el mercado que más dinero mueve en el mundo. Pero ¿Ha sido siempre esto así?
Pues lo cierto es que no. Demos la bienvenida merecida que no recibió un 4 de Febrero de 1971, al NASDAQ.



Lo cierto es que casi todo el mundo pasó de largo este acontecimiento, demasiado ocupados por otras cuestiones, como notener que empeñar tu casa para comprar petróleo y esas cosas. Sin embargo, el Nasdaq supuso todo un evento revolucionario que cambiaría por completo el Mercado de valores, así como lo conocíamos.

Para empezar, se trata del primer mercado de valores electrónico, que permitió las novedosas operaciones en línea. De una forma o de otra, lo que hoy en día conocemos como trading (es decir, poder abrir el ordenador, conectarte a internet y ponerte a comprar y vender títulos con la facilidad que aporta un Broker Online) es gracias a que un buen día, unos señores decidieron sustituir en Wall Street a los hombres trajeados al teléfono por unos hombrecillos pegados al ordenador y probablemente con poco pelo en su cabellera.

Se producía, por tanto, desarrollándose a lo largo de los años 80, la mayor democratización de los mercados que hemos vivido nunca. A partir de este momento, cualquier persona, independientemente de su ubicación, estudios, nacionalidad, sexo… podría acceder a negociar valores en la bolsa con tan solo un sencillo clic.

Sin embargo, como todo, esto tiene su parte positiva, pero también su parte negativa. Nunca se podría haber imaginado un volumen de ventas tan abismal como el que se vivió ese fatídico Lunesde 1987, ni tan siquiera pensar en lo que conocemos hoy como el trading de alta frecuencia. Pero lo que estaba apunto de suceder, era lo que realmente nos empezaría a poner los pelos de punta.

Antes de nada, habría que explicar que el Nasdaq, desde su fundación hasta ahora, se ha mantenido como el índice en el cual se negocian las compañías tecnológicas más punteras. Desde las telecomunicaciones hasta las empresas de hardware y software, desde las redes sociales hasta la biotecnología. Aquí nacieron algunas que os sonaran, como Amazon, Microsoft, Yahoo, Ebay, Apple… y con el paso del tiempo, se convirtió en un mercado de referencia, donde toda startup soñaba con colocarse, como Facebook o Google.

Sin embargo, el mercado de la tecnología no compartía los valores tradicionales de la bolsa. No era un mercado tangible ni líquido, sino más bien intangible y basado en las expectativas futuras, en la innovación, el desarrollo, la investigación y en resumen, el progreso y avance tecnológico.

Fue por esto que los inversores olvidaron los métodos de valoración que hasta ese momento les enseñaron en las escuelas de negocio. Ya no se analizaban los balances, las cuentas de perdidas y ganancias y los flujos de caja. Los estados financieros se habían convertido en algo obsoleto, y los jóvenes graduados universitarios ya no soñaban con trabajar en Wall Street. Ahora el dorado se encontraba en Sillicon Valley.

El mercado se volvió completamente loco. Los accionistas compraban títulos cuyo precio multiplicaba por más de 100 veces los beneficios empresariales (lo que se conoce como PER), empresas que literalmente tan solo tenían 20 o 40 $ en ventas, obtenían rondas de financiación de millones.

Compañías como Amazon, que por aquel entonces ni siquiera obtenía suficientes beneficios para cubrir sus costes, se valoraban con una capitalización bursátil de más de 2.000 millones.

Mientras tanto, la SEC (Securities and Exchange Commission, nuestra CNMV) y la FED realmente creían que el modelo de negocio había cambiado por completo, y se frotaban las manos mientras veían que un índice con apenas 20 años de antigüedad conseguía superar en volumen de acciones al mismísimo NYSE, con más de 150 años de antigüedad, llegando casi a los 4,5 trillones (billones europeos) de capitalización.

Pero como toda ilusión, en algún momento había que despertar. Y es que, si algo podemos rescatar de lo que dijo Keynes, es que ciertamente el mercado puede mantener más la irracionalidad que tú la solvencia (sí, el también se arruinó en la Gran depresión).

Una vez superado el milenio, y visto que el mundo no se había acabado, comenzó a esparcirse y respirarse un humo tóxico en el ambiente: la desconfianza. La gente había dejado sus trabajos, hipotecado sus casas, e incluso abandonado los estudios para ser dueños de unas empresas que nadie sabía a qué se dedicaban, ni qué hacían, ni qué producían, ni en muchas ocasiones como se llamaban. Lo importante era que al final tuvieran un punto com.

Entonces, de la noche a la mañana, los analistas levantaron de su letargo, los inversores volvieron a aprender a leer y los bancos de inversión dejaban de financiar ofertas públicas de venta. Lo que vieron no les gustó nada. Pero nada de nada.

A partir del año 2000, momento en el que el Nasdaq alcanzaba máximos que superaban los 5.000 puntos, la caída fue en picado. Miles de “empresas” (muchas de ellas basadas en una cabaña en el bosque, con un ordenador y Wifi) cerraban cada mes. Empresas que superaban el billón de capitalización, quebraban en cuestión de semanas. Compañías como eToys, cuyo precio por acción superaba los 80 $, declaraban la quiebra con un valor inferior a 1 $. Por no hablar de otras que conocemos bien en España, como Terra, que se esfumó sin dejar rastro.

Solamente ese año, el Nasdaq perdería más de 3.000 puntos, y alcanzaría su mínimo de casi 1.000 puntos en el año 2002, tras sufrir también el varapalo del 11S.



Y es entonces, con George W. Bush en el poder, cuando se adopta la decisión de bajar los tipos de interés hasta el mínimo del 1%, para adoptar una de las políticas más peligrosas en Economía, “estimular la demanda interna”.

Un nuevo activo tangible, seguro y que nunca bajaba, brillaba con luz propia. Pero esa ya, es otra historia.

Esto es todo por hoy joven padawan. Somos el Club de la Economía y siempre aquí estaremos. No es una amenaza, pero volveremos.
Carlos Sánchez Pérez Co-Desarrollador

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