¡ALERTA ROJA! ¡ALERTA ROJA! Unos cuantos
extranjeros, indefensos y en inferioridad, están tratando de adentrarse en
nuestro Estado y apoderarse de nuestro Bienestar. No podemos permitirlo. Un
muro no bastará para contenerlos. ¡Francotiradores, apunten y abran fuego!
Estas no son palabras nuestras, sino del economista José
Carlos Díez, a la pregunta de cómo reaccionaría el Estado ante la
implantación de una Renta Básica. En este artículo vamos a analizar por qué
unas ONGs y barcos con nombres de bebidas azucaradas suponen todo un peligro y
una necesidad comunitaria para el Estado socialista o socialdemócrata. Comencemos.
Antes de nada, habría que definir cual es la política social
y económica propiamente socialista. Pues bien, acudiendo al Manual del Buen Socialista, tan
consultado últimamente en nuestro Congreso de los Diputados, hemos podido
observar cómo, en materia económica, la regla es ser lo más restrictivo
posible, aplicando medidas proteccionistas para proteger la nación de la
malvada globalización; Por el contrario, en materia social es más bien
progresista, abandonando los valores tradicionales y conservadores, y
pretendiendo avanzar conforme la sociedad innova y progresa, para no quedarse
atrás.
Es entonces, cuando empezamos a fruncir el ceño y levantar
todas las alarmas. Una hipocresía había sido detectada.
Y es que decidimos ser innovadores y diferenciarnos de los
planificadores socialistas. Decidimos pensar. Y, pese a que la conclusión a la
que llegamos no les gustará a muchos, y a riesgo de ser colgados en la plaza del
pueblo por personas moralmente superiores y con mucha dignidad, sabéis que
somos un poco traviesos y no podemos resistirnos.El caso es que nos dimos cuenta de que ser abierto
socialmente y cerrado económicamente es como pretender ser el amo de la fiesta
siendo C-3PO. Es decir, una contradicción en los términos del todo
incompatible.
Y por qué, os preguntareis. Bueno, esencialmente porque
existe una relación negativa entre el aumento del tamaño del Estado de
Bienestar y la apertura migratoria. Es decir, cuanto más engorde el Estado
mediante el aumento de los así llamados “derechos sociales”, más se cerrarán
las fronteras hacia la inmigración.
Esto se debe a que, cuanto más habitantes tenga un
determinado país con un Estado hipertrofiado, deseado ansiamente por el
imaginario socialista, una de dos:
· 1) O el reparto de los recursos públicos,
previamente rapiñados, pasa a ser redistribuido entre más personas, y por lo
tanto, cada habitante recibe menos servicios públicos, pagando los mismos impuestos.
· 2) O aumentamos desproporcionadamente el saqueo
tributario, para mantener los mismos derechos.
Un claro ejemplo de esto sería una tarta. De esta tarta le
corresponde una porción a cada persona. Si de repente llegan más personas que
tienen el derecho a consumir dicha tarta sin ofrecer nada a cambio, lo que se
está generando es una obligación al resto a, o bien comprar otra tarta, o a
reducir su porción, aunque ya la hayan pagado.
Ciertamente cabría una tercera opción, que sería prohibir a
estas personas consumir dicha tarta. En otras palabras, prohibir a los
extranjeros el acceso a los recursos públicos, o bien permitir el acceso a la
tarta del Estado solamente a aquellos que entren en el país con ciertas
garantías, ya sea formación, empleo… Pero esto no es lo que proponen los camaradas.
Estos proponen el acogimiento indiscriminado y sin fronteras ninguna, como si
de una canción de John Lennon se tratase, a la par que apoyan medidas que supondrían
un expolio y quebrarían el país, como la Renta Básica o el trabajo garantizado,
e incluso medidas que son directamente contradictorias, como el Salario Mínimo
Interprofesional, que supone una barrera directa al trabajo de aquellos más
desfavorecidos y menos cualificados, como ya explicamos aquí.
Pero la demagogia no acaba aquí, ni muchísimo menos, ya que el problema está en que no puedes defender un mundo sin fronteras para las
personas a la vez que defiendes las fronteras económicas.
Dicho de otra forma,
resulta altamente hipócrita pretender que las personas puedan moverse con total
libertad, mientras criminalizas el comercio y la globalización, apoyando la
creación de esas terribles y nefastas barreras llamadas “aranceles” y
“aduanas”.
De hecho, es curioso porque el argumento se vuelve a
contradecir. Supuestamente, la defensa de las barreras a la competencia y, en
suma, al capitalismo, se fundamentan en la protección de los nacionales frente
al perverso Libre Mercado. Más allá de que esto sea rotundamente falso, ya que
la libre competencia, en última instancia, nos beneficia a todos, en tanto en
cuanto quién mejor satisface las necesidades es quien vence, el argumento entra
en estricto conflicto con la política migratoria, cuyo argumento se basa en
proteger a los más desfavorecidos y no dejarse llevar por los xenófobos y racistas de ‘la derecha’, pese a que estos vayan a entrar en clara
competencia con los nacionales del país. Y es que, el problema se basa en que el Estado socialista convierte la economía en un juego de suma cero, ya que, al haber unos recursos
escasos gestionados por el Estado, cuantos más traten de introducirse en dicho
juego, menos recursos dispondrán todos y por tanto supondrá mayor pobreza.
La izquierda obliga a que las políticas migratorias sean
claramente discriminatorias, dejando en el Estado el poder de decidir -a veces,
arbitrariamente- quién entra, e incluso, en aquellos Estados más asolados por
el socialismo, quién sale. Por tanto, la solución es sencilla: olvidemos los eslóganes vendidos tradicionalmente por la izquierda y la derecha y quedémonos con lo
mejor de cada mundo. Guardemos el progresismo y la apertura en políticas
sociales y abracemos la libertad económica y el capitalismo. Globalización, en
su máxima extensión.
No es que seamos guays. Somos liberales.
Esto es todo por hoy joven padawan. Somos el Club de la
Economía y siempre aquí estaremos. No es una amenaza, pero volveremos.
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